La Familia Internacional (LFI) es una comunidad cristiana, en línea, dedicada a difundir el mensaje del amor de Dios por todo el mundo. Creemos que toda persona puede entablar una relación personal con Dios por medio de Jesucristo y gracias a ello tener felicidad, paz interior y el incentivo para ayudar a otros y dar a conocer las buenas nuevas del amor de Dios.
Nuestras Creencias
La Palabra de Dios
La Palabra de Dios es la piedra angular de nuestras creencias, actividades y modo de vida. Sostenemos que la Biblia es la Palabra de Dios, escrita por hombres de fe que hablaron movidos por el Espíritu Santo (2 Pedro 1:21). Sus principios atemporales constituyen el cimiento de nuestra fe; y su verdad, la base del mensaje que transmitimos.
La Palabra de Dios explica en qué consiste Su plan para la humanidad, nos enseña a convivir en armonía con Dios y los demás, nos orienta en nuestro accionar y nuestras decisiones y es esencial para nuestra fortaleza y desarrollo espiritual.
Dios
Afirmamos nuestra creencia en el único y eterno Dios todopoderoso, omnisciente y omnipresente, que creó y sostiene el universo y todo lo que hay en él. La Biblia nos enseña que «Dios es Espíritu» (Juan 4:24) y que «Dios es amor» (1 Juan 4:8). Consideramos que Él ama a cada persona con un amor eterno e inagotable, que vela por cada ser humano y desea que cada hombre, mujer y niño del mundo entable una relación personal con Él.
Dios existe perpetuamente en la Trinidad, tres Personas distintas pero inseparables: Dios Padre, Jesús el Hijo y el Espíritu Santo.
Jesucristo
Tan grande es el amor que abriga Dios por nosotros que entregó a Su único hijo Jesucristo para conceder salvación al mundo (Juan 3:16) e instruir a la humanidad en Su amor. Jesús es la manifestación del amor de Dios. Sufrió y murió crucificado para expiar los pecados de los seres humanos y propiciar nuestra reconciliación con Dios (Isaías 53:4-6).
Creemos que Jesús fue concebido milagrosamente del Espíritu Santo y nació de la Virgen María. Asumió forma humana y vivió como ser humano para poder constituirse en mediador entre Dios y nosotros (1 Timoteo 2:5). Tres días después de Su muerte en la cruz, resucitó, y cuarenta días después, ascendió al Cielo (Hechos 1:3). Profesamos que en un futuro retornará al mundo para establecer Su reino de amor y justicia en la Tierra (Apocalipsis 11:15).
El Espíritu Santo
Antes de ascender al Cielo, Jesús prometió enviar el Espíritu Santo a Sus seguidores a fin de fortalecerlos, guiarlos en su vida espiritual y su relación con Dios y permanecer junto a ellos para siempre (Juan 14:16).
El Espíritu Santo ilumina al creyente para que llegue a conocer toda la verdad. Lo ayuda a entender la Palabra de Dios, lo asiste en la oración y le confiere poder para dar testimonio del Evangelio de Jesucristo ante los demás (Hechos 1:8). Afirmamos que cualquier creyente puede recibir la infusión del Espíritu Santo; basta con que se la pida a Dios. La presencia del Espíritu Santo puede manifestarse en la vida del creyente por medio de diversos dones espirituales, entre ellos el de sabiduría, el de conocimiento, el de fe, el de sanación, el de milagros y el de profecía (1 Corintios 12:4-11).
La creación
Mantenemos que Dios creó el universo y todo lo que hay en él tal como lo refiere el relato bíblico de la creación. Dios formó a Su imagen al primer hombre y a la primera mujer y les insufló el aliento de vida (Génesis 2:7). Así se convirtieron en seres vivientes: por concepción divina y no por evolución fortuita. Profesamos también que la creación visible de Dios constituye un claro testimonio de Su existencia invisible (Romanos 1:20).
Creemos que Dios encargó a la humanidad la tarea de cuidar de la Tierra y de sus habitantes.
Salvación por gracia
Sostenemos que Dios creó al primer hombre y la primera mujer libres de pecado. Les concedió libre albedrío, y al optar ellos por desobedecerle, cayeron en el pecado (Génesis 3:17-19). Una vez introducido el pecado en el mundo, todos los seres humanos se tornaron pecadores por naturaleza (Romanos 5:12-14) y se separaron de Dios. Sin embargo, Él, en Su infinito amor y misericordia, reconcilió consigo a la humanidad al entregar a Su único Hijo al mundo, «para que todo aquel que en Él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna» (Juan 3:16). Por lo tanto, consideramos que todo el que acepte el perdón que ofrece Dios por los pecados a través de Su hijo Jesucristo será dispensado y redimido, y vivirá para siempre en presencia de Dios.
La salvación —redención del pecado— es un regalo de Dios, una muestra de Su amor, misericordia y perdón que solo puede obtenerse creyendo en Jesús. «Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por Su misericordia» (Tito 3:5). Cuando una persona creyente acepta el regalo de la salvación, se libra para siempre: Tras la muerte, su alma vivirá eternamente en el Cielo. «Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de Mi mano» (Juan 10:28). Los creyentes siguen siendo personas falibles, necesitadas del perdón de Dios. No obstante, a pesar de sus faltas y pecados, jamás perderán la salvación.
La fe
La Biblia señala que Dios honra y premia a quienes se acercan a Él con fe (Hebreos 11:6). La fe crece y se fortalece mediante el estudio de la Palabra de Dios (Romanos 10:17). Además, una fe viva se traduce en actos (Santiago 2:17). Estimamos que nuestra fe debería integrarse a todos los ámbitos de nuestra vida e interacciones. «El justo por la fe vivirá» (Romanos 1:17).
Estamos convencidos de que Dios vela por cada uno de Sus hijos y quiere orientarlos, apoyarlos, consolarlos, fortalecerlos y proveer para ellos. Nuestra fe nos hace capaces de confiar en Él frente a las pruebas y exigencias de la vida, por más que no siempre entendamos Sus caminos ni por qué permite que tengamos dificultades. Confiamos en que, al encomendar nuestra vida, nuestras aspiraciones y nuestro futuro a Dios, Él cumplirá las promesas que nos ha hecho. Hará que todo lo que les acontezca a quienes lo aman, a la postre redunde en su bien (Romanos 8:28).
La comunicación con Dios
La oración es el medio por el que los creyentes se comunican con Dios. A través de la oración demostramos nuestra dependencia de Él, le expresamos nuestra alabanza y gratitud y le presentamos peticiones relacionadas con nuestras necesidades y las de nuestros semejantes. Creemos que la oración debería constituir un aspecto vibrante de nuestra relación con Dios. Tiene la virtud de liberar Su poder de acuerdo con Su voluntad y de propiciar respuestas, provisión, curaciones, consuelo, paz interior, orientación y milagros. Jesús dijo: «Todo lo que pidáis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá» (Marcos 11:24).
Sostenemos que Dios procura comunicarse con nosotros, estar muy presente en la vida de cada persona y brindarle orientación, ánimo e instrucción. Ha prometido dar a conocer Sus palabras a Sus hijos por medio de Su Espíritu (Proverbios 1:23). Profesamos que Dios habla hoy a Su pueblo como lo hacía en la antigüedad y sigue comunicando Su mensaje por revelación, profecía y palabras de consejo y orientación espiritual. La profecía es un don del Espíritu Santo que está a disposición de los creyentes y puede desempeñar un papel activo en su vida cotidiana (Hechos 2:17).
La gran misión
Cristo encomendó a Sus seguidores la misión de propagar las buenas nuevas de Su amor y salvación (Marcos 16:15). El amor y la salvación por medio de Jesús son un regalo para toda la humanidad que debemos compartir libremente. Es nuestra convicción que los cristianos debemos esforzarnos por dar a conocer el mensaje de Dios a personas de todo estrato social, empleando métodos congruentes con los valores del cristianismo.
Jesús marcó la pauta para Sus seguidores al no limitarse a transmitir verdades espirituales, sino también acudir compasivamente en auxilio de los pobres y desfavorecidos de Su época. Creemos que los cristianos, de igual manera, debemos hacer lo posible por consolar, asistir y atender a los necesitados.
La comunidad de fe
Consideramos que la Iglesia es una entidad espiritual que incluye a todo el que cree en Jesucristo. La hermandad de los cristianos no consiste en edificios, confesiones e instituciones; es una comunidad de fe, basada en un vínculo espiritual y en el amor. «Dios es Espíritu, y los que lo adoran, en espíritu y en verdad es necesario que lo adoren» (Juan 4:24).
Para nosotros, la descripción bíblica del modo de vida de la Iglesia primitiva, en la que primaban la fraternidad, la cooperación y la unión espiritual, no es solo una narrativa histórica, sino que constituye un modelo para las sucesivas generaciones de creyentes.
La esposa de Cristo
La Biblia compara la relación que existe entre Dios y Su pueblo —Cristo y Su Iglesia— con la de un esposo y su esposa. Dice: «Tu marido es tu Hacedor (“el Señor de los ejércitos” es Su nombre)» (Isaías 54:5), y afirma que estamos unidos «al que resucitó de los muertos», Jesús, como lo está una mujer a su marido, «a fin de que llevemos fruto para Dios» (Romanos 7:4).
Entendemos que la metáfora conyugal empleada en la Biblia para describir la íntima relación espiritual entre Jesús y Su Iglesia tiene por objeto poner de manifiesto la apasionada unión de corazón, mente y espíritu que Jesús procura tener con cada uno de Sus seguidores.
Discipulado
El discipulado cristiano se caracteriza por el compromiso de creer en Jesús y seguir Sus enseñanzas. «Si vosotros permanecéis en Mi palabra, seréis verdaderamente Mis discípulos» (Juan 8:31). Pensamos que en la actualidad Jesús sigue exhortando y estimulando a los creyentes a seguirlo y vivir conforme a Sus preceptos. El llamado al servicio que transmite Dios a Sus seguidores de hoy es básicamente el mismo que hizo tiempo atrás a los pescadores en las riberas de Galilea: «Vengan, síganme, y los haré pescadores de hombres» (Mateo 4:19 NVI).
Consideramos que la vida de un cristiano debería ser un vivo ejemplo del amor de Dios, tanto de palabra como de obra. Juzgamos necesario esforzarnos por seguir los pasos de Cristo y vivir conforme a los principios de Su Palabra. Nos adherimos a la exhortación bíblica de no amar «al mundo ni las cosas que están en el mundo» (1 Juan 2:15). Entendemos por ello que el creyente debe evitar aquellas actividades y costumbres que no sean compatibles con las enseñanzas de Cristo, y no adoptar actitudes y valores contrarios a los preceptos divinos.
La ley del amor de Dios
Sostenemos que la ley del amor que nos ha dado Dios, tal como está expresada enMateo 22:35-40, debería gobernar cada aspecto de la vida de un cristiano y sus relaciones con sus semejantes. Cuando se le preguntó a Jesús cuál era el gran mandamiento de la ley, respondió: «"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente". Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas».
Estos pasajes de la Biblia encarnan el espíritu y la esencia de las leyes de Dios; deberían regir todas nuestras acciones y relaciones. Creemos que el amor abnegado y desinteresado —el amor por nuestros semejantes que Dios nos inspira— es lo que debería motivarnos en todo lo que hagamos.
La cena del Señor
La cena del Señor, también llamada comunión, es un rito sencillo que Jesús pidió a Sus seguidores que observaran en memoria de Su sacrificio por la humanidad (1 Corintios 11:25). Los creyentes comparten el pan —el cual se parte para simbolizar que el cuerpo de Jesús fue quebrado para la curación de nuestro cuerpo— y el vino, que representa Su sangre derramada para el perdón de nuestros pecados.
Profesamos que, por medio del sacrificio y la muerte de Cristo en la cruz, Dios no solo propició la salvación de las almas de toda la humanidad, sino también la curación de nuestras dolencias físicas.
Vida después de la muerte
Sostenemos que todo ser humano posee un alma eterna y que, al morir, esa alma pasa a la otra vida. Allí se nos recompensará o juzgará según nuestra conducta en esta vida y se nos asignará el lugar que nos corresponda en el mundo venidero. Para todos los que creen en Jesucristo y aceptan el regalo de la salvación, Dios ha preparado un lugar de eterna belleza, paz y felicidad en el Cielo (1 Corintios 2:9). «Él morará con ellos, ellos serán Su pueblo y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto ni clamor ni dolor» (Apocalipsis 21:3-4).
La Biblia afirma que Dios «no quiere que nadie perezca, sino que todos se arrepientan»(2 Pedro 3:9 NVI). También dice que Jesús predicó a los espíritus cautivos y a los muertos(1 Pedro 3:18-20, 4:6). Es nuestra convicción que Dios, en Su benevolencia, persistirá en reconciliar consigo todas las cosas y seguirá llevando a las personas al conocimiento de la verdad (Colosenses 1:20; 1 Timoteo 2:4).
Intervención divina
La Biblia registra muchos hechos sobrenaturales que desafían toda explicación. Creemos que a lo largo de la historia Dios ha intervenido en el mundo natural a fin de alterar sobrenaturalmente determinadas circunstancias y condiciones, y que sigue haciéndolo en la actualidad para manifestar Su amor y poder. Durante Su tránsito por la Tierra, Jesús no se limitó a expresar Su amor por la humanidad consolando y sanando espiritualmente a las personas, sino que además obró milagros para dar de comer a los hambrientos y curar a los enfermos y lisiados. Dado que «Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos»(Hebreos 13:8), tenemos la convicción de que sigue realizando milagros en la actualidad.
Los ángeles son seres poderosos creados por Dios con la tarea de velar por los hombres. La Biblia narra numerosos episodios de ángeles que intervinieron para proteger, asistir y transmitir mensajes al pueblo de Dios, y estamos convencidos de que hoy en día continúan haciendo eso mismo. Creemos que Dios también dota de poder a los espíritus de creyentes difuntos para que ayuden a Su pueblo. Pablo mencionó que los creyentes difuntos son como una «gran nube de testigos» y que velan por quienes nos encontramos en la Tierra (Hebreos 12:1).
Las llaves del Reino
Antes de Su muerte y resurrección, Jesús concedió a Sus discípulos las llaves del Reino, diciéndoles: «A ti te daré las llaves del reino de los cielos: todo lo que ates en la tierra será atado en los cielos, y todo lo que desates en la tierra será desatado en los cielos»(Mateo 16:19). Las llaves del Reino representan la autoridad que Él ha dado a Sus seguidores para conducir a otras personas al reino de Dios, comunicándoles el Evangelio de la salvación por medio de la fe en Jesús, el cual prometió vida eterna a cuantos creyeran en Él(Juan 10:28, 14:6).
La guerra espiritual
Creemos que existe una dimensión espiritual, imperceptible desde el mundo físico, habitada por Dios y Sus ángeles y espíritus, como también por Satanás —el Diablo—, enemigo de toda justicia. Mantenemos que en el plano espiritual se libra una guerra implacable entre Dios y Sus fuerzas del bien, y Satanás y sus fuerzas malignas, y que ambos bandos procuran influir en las almas y conciencias de la humanidad y alterar el curso de la Historia. Consideramos que los cristianos pueden intervenir activamente en esa guerra espiritual mediante decisiones y actos que estén en consonancia con Dios y contribuyan a propagar Su reino.
La Biblia vaticina que finalmente Satanás y sus fuerzas serán derrotados, y se impondrá el plan de Dios para la humanidad (Apocalipsis 20:1-3,10). A la postre se establecerá en la Tierra el reino de Jesús, y «los reinos del mundo [vendrán] a ser de nuestro Señor y de Su Cristo; y Él reinará por los siglos de los siglos» (Apocalipsis 11:15).
El matrimonio y la familia
Estimamos que Dios creó y dispuso la sexualidad humana. Según el relato bíblico, Dios dijo al primer hombre y la primera mujer: «Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra» (Génesis 1:28). «Vio Dios todo lo que había hecho» —incluidos el primer hombre y la primera mujer, al igual que sus cuerpos y su sexualidad—, «y era bueno en gran manera» (Génesis 1:31).
Entendemos que Dios creó y estableció la unión conyugal del hombre y la mujer, y que el matrimonio es la relación ideal para la formación de familias estables. Los creyentes que se casan establecen una alianza delante de Dios por la que se comprometen a amarse, velar el uno por el otro y hacerse responsables de su cónyuge y de sus hijos (Mateo 19:4-6). Los niños son un regalo que Dios nos confía y con el cual nos bendice, pues «herencia del Señor son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre» (Salmo 127:3). Sostenemos que corresponde a los padres velar amorosamente por sus hijos e impartirles sanos principios y valores morales, además de transmitirles el debido respeto y amor a Dios y al prójimo (Efesios 6:4).
El carácter sagrado de la vida
Sostenemos que la vida humana es sagrada y que toda persona tiene el derecho, otorgado por Dios, a que se la trate con respeto, pues fue creada a imagen de Él. Nuestro deber cristiano es amar al prójimo como a nosotros mismos (Marcos 12:31), sin hacer distinciones de raza, sexo, credo, nacionalidad o estatus social. Nos oponemos a toda forma de discriminación, prejuicio o violencia, por considerarlas incompatibles con los designios de Dios.
Mantenemos que la vida —desde el instante de la concepción hasta la muerte— es una valiosa dádiva de Dios que debe respetarse y cuidarse. Siendo Dios el único dador de vida, creemos que el momento de la muerte de cada vida humana también debe dejarse en Sus manos (Salmo 31:15).
Deberes cívicos
Consideramos que los creyentes tenemos el deber de ser buenos ciudadanos en todo sentido, conforme a los valores cristianos, y por ende manifestar honradez e integridad y contribuir al bienestar de la comunidad. Nos adherimos a la exhortación bíblica que reza: «Sométase toda persona a las autoridades superiores» (Romanos 13:1). No obstante, en casos en que las leyes u ordenanzas atenten contra la fe o el derecho de un creyente a practicar su fe, creemos que los cristianos deben obrar según les dicte su conciencia (Hechos 5:27-29).
La segunda venida de Jesús
Profesamos que los pasajes bíblicos que predicen el futuro del mundo se cumplirán, tal como ha sido el caso de muchas otras predicciones de la Biblia a lo largo de los siglos. Estamos convencidos de que vivimos en un período que la Biblia denomina «los últimos —o postreros— días» y que corresponde a la era que precederá al retorno de Jesucristo (2 Timoteo 3:1). Su regreso a la Tierra marcará el inicio de un nuevo milenio de paz en que cesarán las guerras y la violencia y habrá justicia y equidad para toda la humanidad. (Te invitamos a ahondar más en el tema del «El Tiempo del Fin».)
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos bíblicos han sido tomadosde la versión Reina-Valera 1995.
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