La fecha del nacimiento de Cristo no consta en documento alguno. Si bien ha sido motivo de especulación —algunos apuntan a que nació en primavera, otros en otoño—, nadie sabe a ciencia cierta qué día nació. Carecemos de evidencia histórica de que nació el 25 de diciembre. De más está decir que no había árboles de Navidad, pavos ni villancicos aquel día. Entonces, ¿por qué se celebra Su cumpleaños en esa fecha? ¿Cuál es el motivo del árbol, de los villancicos y de las numerosas tradiciones modernas en esas fechas?
El cumpleaños de Jesús comenzó a celebrarse alrededor del año 350 d.C. Pasaron cientos de años hasta que la cristiandad aceptara la Navidad como celebración del nacimiento de Cristo. Buena parte de ello se debe a que la mayoría de las tradiciones navideñas tienen raíces en antiguas festividades paganas. El 25 de diciembre era la celebración del nacimiento del hijo de Isis, una diosa egipcia. Las fiestas, los banquetes y el intercambio de regalos formaban parte de esa celebración. Los antiguos romanos también celebraban el solsticio de invierno con grandes banquetes, bebida y algarabía. En la Antigua Roma también tenían cantores, que hacían representaciones de obras teatrales folclóricas. Los participantes se disfrazaban y cantaban de casa en casa para entretener a sus vecinos. Asimismo, el árbol navideño procede de tradiciones comunes de buena parte de Europa. Los árboles de hoja perenne eran reverenciados como símbolos de buena suerte. Los seguidores del druidismo consideraban los árboles de hoja perenme emblemas religiosos e incluso motivo de adoración.
Cuando los pueblos subyugados por el antiguo Imperio Romano se convirtieron al cristianismo, incorporaron muchas de sus tradiciones a la celebración navideña.
¿Por qué les cuento todo esto? Muchas personas han aprovechado esos hechos para catalogar negativamente la Navidad. Los no creyentes muchas veces se valen de estos y otros argumentos para atacar a la cristiandad, asegurando que se trata solo de una copia de otras religiones. Por otra parte, algunos cristianos rechazan la Navidad bajo la premisa de que incorpora elementos y tradiciones paganas. Pero a mí ambas reacciones me parecen muy tristes.
Jesús comprende la amplia variedad de culturas y orígenes. Y en vez de exigir a todos que abandonen lo que conocen y disfrutan, Él se convierte en parte de su mundo. Jesús nos acepta tal cual somos. No nos obliga a recorrer un largo proceso de aprendizaje para llegar a Él. No nos exige cambiar para aceptarnos. No espera a que alcancemos un cierto nivel de perfección para recibirnos. Jesús dice que acepta a todo el que se dirija a Él. No importa quiénes seamos, Él no nos rechaza. Jesús acepta con los brazos abiertos a todo el que se acerca a Él.
Al leer sobre la vida de Jesús, fue interesante ver cómo se adaptaba para satisfacer las necesidades de cada persona con la que se encontraba. Cuando estuvo con Nicodemo —una persona intelectual e importante miembro del Sanedrín—, Jesús le habló de formas que despertaran su interés y pusieran trabajar su intelecto[1]. Cuando estaba rodeado de niños, los tomaba en brazos y hablaba con ellos[2]. Al entablar amistad con publicanos y pecadores, se dirigía a sus casas, donde comía, bebía y reía con ellos[3]. En un par de ocasiones, luego de enseñar ante grandes multitudes, entendió que su mayor preocupación era que tenían hambre, así que las alimentó[4].
No importa si se trataba de una muchedumbre o de solo una persona, Jesús hizo lo necesario para entablar amistad y demostrar a todos Su amor.
Así es como Jesús vivió y murió. Es la razón por la que descendió a la Tierra. Para hacerse como nosotros. Adoptó un cuerpo humano y vivió lo mismo que nosotros. Padeció los afanes cotidianos, sintió hambre y casancio. Es posible que en ocasiones se desanimara. Pero vivió la experiencia humana para sentir lo que sentimos y entender lo que es importante para nosotros.
Él puede tomar lo que conocemos y amamos —las cosas que son importantes para nosotros, como las tradiciones navideñas— y darles un significado mucho mayor.
De manera que al disfrutar de las celebraciones de la Navidad, al abrir los regalos, al cantar villancicos, al saborear la deliciosa comida, permitamos que todo ello nos recuerde el profundo amor que Jesús siente por nosotros. Procuremos tomar cada una de esas tradiciones de las que disfrutamos como parte del enorme regalo que Él nos dio: venir a la Tierra para vivir y morir por nosotros. Marie Story[5]
Porque Él vino a nosotros
Un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Dará a luz a un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a Su pueblo de sus pecados». Mateo 1:20-21[6]
La Navidad es la época del año en que una gran parte del mundo se detiene para celebrar el nacimiento de Jesucristo. Es además el momento en que la paz y la buena voluntad entre los hombres está en boca de todos. Si bien son estupendos temas colaterales al nacimiento de Cristo, no son el verdadero motivo por el que los cristianos celebramos esa fecha.
El ángel del Señor le anunció a José: «Dará a luz a un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a Su pueblo de sus pecados»[7]. Y a los pastores, el ángel del Señor les dijo: «Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor»[8]. Debido al pecado de Adán, todos nacimos espiritualmente muertos e incapaces de comportarnos de la manera en que fuimos diseñados para hacerlo. El apóstol Pablo escribió en Romanos 7:23: «Pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en los miembros». Esta ley del pecado se inclina de manera imparcial hacia lo que es errado. Los actos pecaminosos que cometemos son sintomáticos de nuestra naturaleza corrupta.
Vivimos en un mundo dominado por la corrupción, la avaricia y el prejuicio, por lo que resulta fácil culpar al estado del mundo de nuestras decepciones. El problema es que el mundo está compuesto por personas como tú y como yo. A menos que entendamos que Jesús llegó al mundo para salvarnos de nuestro pecado, la Navidad no dejará de ser una ocasión sentimental de celebración. Para entender Su nacimiento, debemos abandonar Belén y recorrer cerca de 10 kilómetros camino a Jerusalén. Es allí, en la cruz de Cristo, que fue sufragado el precio de nuestros pecados. Es además el único medio por el que la vida de Dios puede ser restaurada a la experiencia humana.
La salvación es la mayor necesidad de todo corazón humano. La Navidad es el inicio del relato de nuestra salvación; un recién nacido en Belén, enviado al mundo por un Dios amoroso para convertirse en el cordero inmaculado y puro que murió en nuestro lugar. La cristiandad celebra el nacimiento de nuestro Salvador porque, como anunció el ángel del Señor a José: «Él salvará a Su pueblo de sus pecados», y reconocen que son los pecadores que Cristo vino a salvar. Charles Price
Publicado en Áncora en diciembre de 2014.