Si hay un momento del año en que el consumismo se desenfrena, es durante la temporada navideña.
En todo caso no han sido solamente las ventas de tarjetas navideñas las que se han incrementado exponencialmente. Los miles de millones que se gastan en compras de fin de año hacen de esa temporada la más lucrativa para muchos comerciantes. De hecho, pareciera que cada año esa Navidad empieza más temprano, lo que refleja la interminable avidez de lucro. En algunos países no resulta infrecuente encontrar artículos navideños en venta desde el mes de septiembre.
Nunca faltan ideas sobre qué regalar a nuestros hijos, padres, novios, cónyuges, amigos, colegas… y naturalmente, a nosotros mismos. Nos bombardean con avisos publicitarios. Las empresas programan cuidadosamente el lanzamiento de sus últimos artilugios, limitando la oferta para asegurarse de que haya mucha demanda.
Algunos argumentan que el consumismo —presente a lo largo de todo el año, pero que alcanza su punto culminante durante la temporada navideña— es necesario para la economía. Si compráramos menos, muchas fábricas cerrarían, con la consiguiente pérdida de empleos. Otros alegan que es legítimo aprovechar la gran diversidad de artículos diseñados para mejorar nuestro nivel de vida.
Por otro lado, si bien se puede considerar que el consumismo es parte inevitable de la vida moderna, no tiene por qué gobernar nuestros deseos y actitudes o influir desmedidamente en nuestro uso del tiempo, nuestras adquisiciones o nuestras vacaciones. Las cosas no deben cobrar tanta importancia que nos distraigan o menoscaben el verdadero sentido de la vida.
«La vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee» 1 «No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. El mundo pasa, y sus deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre» 2 «No os hagáis tesoros en la Tierra, sino haceos tesoros en el Cielo» 3 «Buscad primeramente el reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas [para satisfacer las necesidades de la vida] os serán añadidas» 4
Para muchos, lo que compramos, dónde lo adquirimos, la frecuencia con que salimos de compras, cuánto tenemos para gastar y la impresión que se forman los demás a raíz de nuestros hábitos comerciales, tienen mucha y quizás excesiva importancia.
Según el psicólogo británico Oliver James, «nos hemos centrado en poseer más que en ser; y confundimos lo que ambicionamos con lo que necesitamos. Los estudios demuestran que si uno otorga mucho valor a las cosas, está más expuesto a sufrir depresiones, ansiedad, adicciones y trastornos de personalidad. Simplemente no podemos seguir consumiendo como lo hacemos y a la vez albergar la expectativa de que nuestros bisnietos tendrán algún futuro»5
Lo determinante no es tener uno o tres autos, o adquirir la última novedad en teléfono celular, computadora portátil o iPod. Tampoco importa si compramos ropa de marca o buscamos artículos usados en alguna página de ofertas de Internet. Lo que importa no es lo que tenemos en el armario o en el garaje, sino el contenido de nuestra vida. ¿Nos hacemos tesoros en la Tierra o en el Cielo?
En esta temporada de rabiosa atracción por todo lo que reluce, prioricemos lo realmente valioso y recordemos que los regalos más importantes que podemos hacer son interesarnos en los demás, buscarnos tiempo para ellos y darles amor.
Abi May es integrante de la Familia Internacional en Inglaterra.
Versículos de la Biblia incluidos en la lectura:
1 Lucas 12:15
2 1 Juan 2:15,17
3 Mateo 6:19–20
4 Mateo 6:33
5 Oliver James, Affluenza (2007).