Hace veinte años, una nochebuena salí del trabajo, me fui a casa y puse mis cosas en el auto para emprender el largo trayecto hasta la casa de mis padres, donde iba a pasar la Navidad. Brandy, mi cocker spaniel de pelaje rubio, se sentó en el asiento del acompañante. Cuando estábamos por partir, Helen, una señora mayor que vivía en el departamento de arriba, nos detuvo.
—¡Espera, tengo algo para ti!
Sorprendido y un poco avergonzado, me disculpé por no haberle conseguido un regalo.
—Yo tampoco te compré nada —me respondió—; pero encontré esto y me pareció que te podría resultar entretenido.
Procedió entonces a entregarme un paquetito.
Era casi medianoche cuando Brandy y yo llegamos a casa de mis padres, que se habían quedado levantados esperándonos. Mi madre me había preparado algo de comer, y mientras conversábamos sentados a la mesa de la cocina, apareció Brandy con un regalo que había encontrado en la sala, debajo del árbol. Lo tenía en la boca y lo sacudía de un lado a otro. Me dispuse a quitárselo, pero mi madre me dijo que se lo dejara, que era un regalo para la perrita de parte de ella y de mi papá. Brandy rompió el paquete, y dentro halló una pelota de goma que rápidamente se convirtió en su juguete preferido.
A la mañana siguiente intercambiamos los demás regalos navideños. Mi hermana me obsequió una figura de cerámica de un cocker spaniel que, según me dijo, le recordaba a Brandy. Cuando finalmente abrí el regalo de Helen, resultó ser un cuadrito para colgar o para colocar sobre mi escritorio. Era precisamente de un cocker agazapado jugando con una pelota roja. Al lado había un versículo de la Biblia que decía: «Deléitate en el Señor, y Él te concederá las peticiones de tu corazón» (Salmo 37:4).
A muchos podría parecerles que la relación entre esos tres regalos no fue más que una extraña coincidencia, pero yo estoy convencido que fue obra de Dios. Para mí que Él quiso decirme: «Yo sé lo que le gusta a Brandy y se lo concedo porque la quiero mucho. Imagínate cuánto más me preocupo por ti. Conozco los deseos de tu corazón. Esto no es más que una pequeña prenda de lo que deseo hacer por ti. Cuando anhelas complacerme, Yo me esmero para complacerte a ti».
Darryl Terhune is un lector de Conéctate en EE.UU.