Padre celestial, nuevamente llega ese día de gozo que corona un año más con paz y buena voluntad.
Ayúdanos a revivir como corresponde el nacimiento de Jesús y a participar del canto de los ángeles, la alegría de los pastores y la adoración de los magos.
Cierra las puertas del odio y abre de par en par las del amor por todo el mundo.
Que cada regalo transmita bondad y dulzura; y cada saludo navideño, buenos deseos.
Líbranos del mal mediante la bendición que Cristo trae consigo, y enséñanos a ser alegres y puros de corazón.
Que en la mañana de Navidad amanezcamos felices de ser Tus hijos; y que en la noche nos entreguemos al sueño llenos de gratitud, perdonando y perdonados, por amor a Jesús.
Amén.
Henry Van Dyke (1852–1933)