Un muchacho que se había fugado de su casa regresaba una nochebuena en ferrocarril. Había escrito a sus padres para avisarles de su retorno, pero no sabía a ciencia cierta si sería bien recibido. Como la línea férrea pasaba junto a su casa, pidió a su padre que atase a modo de señal un trapo rojo en el corpulento olmo que se alzaba en la parte posterior de la propiedad.
Cuando faltaban pocos kilómetros para llegar, el joven expresó su ansiedad a un señor mayor que viajaba a su lado. Éste le garantizó que sería tan bien recibido como otro chico que se fue una vez de su casa, y seguidamente procedió a relatarle la parábola de Jesús sobre el hijo pródigo (Lucas 15:11-32).
Efectivamente, cuando el tren alcanzó la casa solariega, la señal roja del padre estaba desplegada. Pero en vez de haber una sola banderola roja, decenas de ellas ondeaban al viento, suspendidas de todas las ramas posibles, para anunciarle a aquel joven que en Navidad todo se perdona. Versión de Keith Phillips