La Navidad no es solamente una ocasión para disfrutar de la compañía de los seres queridos, familiares y amigos; es también el mejor momento del año para dar a conocer a los demás el extraordinario amor que nos brinda Jesús y que ellos también pueden experimentar. Esta Navidad tenemos la oportunidad de ofrecer los mejores regalos de todos, no sólo a quienes conocemos bien y amamos entrañablemente, sino también a nuestros vecinos y a los extraños, con quienes convivimos en este mundo.
Hay a nuestro alrededor mucha gente que anda cansada y abatida, que anhela que alguien la ame y la acepte, y que busca paz interior. Muchos se ahogan en un mar de problemas que no pueden resolver y ansían un Salvador. Jesús los ama y quiere acogerlos en Sus brazos, enjugar sus lágrimas y confortar y serenar su corazón. Pero para ello el Todopoderoso y Omnisciente, cuyo amor es infinito, necesita tu ayuda. Él se vale de tus ojos para ver la necesidad de esas personas y amarlas, de tus oídos para escuchar su clamor. Se conmueve cuando tú lo haces. Se sirve de tu voz para consolarlas y de tus brazos para abrazarlas.
Puedes hacer un aporte significativo esta Navidad. Aun el más humilde esfuerzo por compartir lo poco que tengas significará mucho para otra persona. Tu velita alumbrará a los demás, emitirá un rayo de fe y esperanza que penetrará su desesperación y su temor.
Proyéctate a los demás con actos de amor y palabras de esperanza. Demuéstrales con tu ejemplo que Jesús vino al mundo para amarlos. Celebra con ellos el cumpleaños de un Salvador vivo, que nació y murió en la Tierra para luego resucitar y rescatarnos de la carga del pecado, la muerte, el temor y la soledad.
Y no nos detengamos una vez que pase la Navidad. Sigamos brindándonos a los demás y manifestando amor todo el año con la misma pasión. Celebremos cada día el nacimiento, la muerte y la resurrección de Cristo, que es promesa de vida nueva para todos.