En Repintar el ángel, Wilfred Peterson cuenta la restauración de una estatuilla de un ángel que llevaba de la mano a un niño. Había quedado olvidada en un estante de un establecimiento de compraventa de antigüedades, hasta que un cliente que curioseaba en la tienda la encontró, toda cubierta de hollín y polvo, y de pronto se le ocurrió una idea inspirada: rescatarla, restaurarla y colocarla en un lugar destacado entre sus adornos navideños.
En el taller del sótano de su casa, bañó al ángel y al niño con esmalte blanco brillante. Seguidamente pintó de purpurina dorada las alas del ángel y el cabello del niño. Cada pincelada obraba maravillas. La vieja y sucia estatuilla se transformó en una figura flamante y reluciente, un objeto de singular belleza.
«¿No es eso lo que nos pasa en Navidad? -se dijo el hombre mientras pintaba-. Llegamos al final del año sucios y deslucidos. La Navidad entonces nos repinta con los colores del amor, la alegría y la paz».
La Navidad cobra un valor muy singular cuando reflexionamos en lo que hizo Dios por el mundo, y más aún cuando le permitimos que obre personalmente en nosotros. A todos nos viene bien que nos repinten de cuando en cuando. Nos hace falta rearmarnos de amor y de paz y tener la certeza de que Dios ha perdonado nuestras faltas y pecados. ¿Qué mejor momento para ello que la Navidad? Chloe West
Yo nací en Navidad. Tú en estas fechas puedes renacer. Jesus
Pocas cosas hay que no pasen de moda en un mundo que es capaz de cambiar radicalmente de la noche a la mañana. Hay algo, sin embargo, que nunca quedará desfasado: la necesidad de amar y de ser amado. Esa es la esencia de la Navidad. Jesus