Desde que tengo memoria me han gustado mucho las leyendas y aventuras de los héroes de la antigüedad. No tiene nada de raro, ya que a la mayoría nos fascinan los relatos de personajes valientes que hicieron frente a la adversidad y salieron vencedores a pesar de afrontar grandes obstáculos. Influido por estos ideales, asumí ciertas virtudes y valores, entre ellas la valentía. Con el tiempo me convertí en un joven idealista y entusiasta cuya concepción de la intrepidez era: «¡Vengo a salvar el mundo!»
Antes de casarnos, mi esposa y yo trabajábamos en la misma oficina. Al enterarse de nuestro compromiso, un colega de mi mujer le comentó: «¿Te vas a casar con él? Siempre me ha parecido muy distante y poco asequible». Yo me consideraba una persona amigable; por eso, cuando me enteré de ese comentario, caí en la cuenta de que vivía dentro de mi propio mundo. Desde aquel momento decidí ponerme bajo la lupa. Noté que solo con unos pocos me mostraba amistoso. También caí en la cuenta de que me costaba hablar con personas a las que tenía encasilladas.
Esto dio lugar a muchos momentos de introspección. Pasaba esos ratos hablando con Jesús y empecé a estudiar la forma de cambiar de conducta. El Señor me colmó de amor y tranquilidad, pero Su respuesta me dejó perplejo. Esto fue lo que Él me dijo, en resumidas cuentas: «El amor es la verdadera valentía. Aunque conquistes el mundo, si no logras amar a quien está a tu lado careces de arrojo. Sientes temor y te encuentras atrapado por el verdadero enemigo: tú mismo. Hasta que no logres superar tus miedos y amar al prójimo, tu audacia no vale nada».
La mayoría deseamos ser valientes a base de fuerza y de temple, y realizando proezas en la oficina y en casa. Sin embargo, Jesús dijo: «Ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor. Pero el mayor de ellos es el amor». En nuestra búsqueda de la valentía olvidamos la esencia de la vida: el amor.
Tuve que volver a plantearme si de verdad amaba al prójimo -me cayeran bien o no- tanto como para mostrarme accesible, si los amaba tanto como para tenderles una mano y estar presente cuando me necesitaran. Ahora me estoy adiestrando en el arte de ser valiente a través del amor. No es fácil, pero estoy aprendiendo a amar y aceptar a todos por igual.