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Me libré de la droga, el crimen organizado y la brujería

James
Australia

Pasé la mayor parte de mi vida en busca del viaje máximo. Probé de todo, desde la droga hasta la hechicería y las fiestas rave; pero al final fue Jesucristo quien me llevó en el más alucinante de los viajes. Podría comparar mi vida con el espeluznante y peligroso recorrido de una montaña rusa. Estuve a punto de morir muchas veces. Participé en rituales satánicos, he estado sin casa, he sido vendedor de droga y me han encañonado con un arma. Ahora, sin embargo, soy un cristiano nacido de nuevo al que la Familia Internacional ha llevado a Cristo.

Tuve una vida alocada, y ahora que reflexiono no me explico cómo sobreviví. Es más, no puedo creer que esté con vida, porque lo tenía todo en contra de mí. Ahora veo que conté con protección sobrenatural. En todo caso, hasta que conocí a los misioneros de La Familia no entendí que quien me había cuidado toda la vida había sido Jesús.

Antes de cumplir veinte años ya era adicto al éxtasis. Iba a clubes donde había fiestas rave y me pasaba horas bailando. Me encantaba la experiencia espiritual de consumir éxtasis. Para mí era un paraíso en la Tierra. De un día para otro, ya me codeaba con connotados vendedores de drogas y delincuentes, pero no entendía bien en qué me había metido. Casi me lo tomaba a broma. No tardé en comprender, sin embargo, a fuerza de duros golpes, que la gente del bajo mundo no es nada afable.

Al poco tiempo mis nuevos amigos pasaron datos falsos acerca de mí a una pandilla rival, y sus integrantes decidieron asesinarme. Esa fue la experiencia más escalofriante de mi vida. Tenía escasos veintiún años y no quería morir, pero las guerras de drogas de Melbourne de aquella época ya se habían cobrado más de veinte vidas. Yo estaba marcado como uno de los próximos blancos. Entonces decidí irme del país. Marché a Israel, porque quería llevar una vida más edificante. Me ofrecí de voluntario en el ejército israelí. Sin embargo, rápidamente me desilusioné con la situación allí y volví a Australia.

Llegué a Sydney esperando estar a salvo en esa ciudad. Sin embargo, no tenía dinero ni donde hospedarme. Me volví indigente. Dormía en la calle, en parques, en trenes y en albergues para desamparados. Habiéndome criado con una situación económica bastante holgada, ni en mis sueños más alocados imaginé que acabaría sin techo viviendo en la calle.

Anduve sin casa como un año hasta que conseguí un empleo fijo. Empecé a ganar bastante dinero y la situación se veía prometedora, pero las personas para quienes trabajaba eran muy superficiales. Hablaban de trivialidades y siempre trataban de impresionar con sus posesiones y porque tenían todo lo más avanzado. A pesar de que ya no vivía en la calle y tenía pinta de persona exitosa, algo me faltaba.

Después de trabajar en una oficina por un tiempo me interesé por lo espiritual y en el verdadero sentido de la vida. Me dediqué a la hechicería y me integré a organizaciones ocultistas. Al poco tiempo descubrí que esos espíritus eran malos y que la hechicería desde ningún punto de vista brinda satisfacción. Decidí abandonar el ocultismo porque me estaba metiendo mucho en mí mismo.

Cuando Dios vio que me desilusionaba con el ocultismo, puso en mi camino a un misionero que me hablara de Jesús. Se llama Chris y es de la Familia. Lo encontré muy cordial, y me encontré con él en varias ocasiones en las siguientes semanas. Me hablaba de Jesús y me pedía que le leyera versículos de la Biblia: luego hablábamos de lo que significaba cada versículo. Recuerdo el primer versículo que me mostró de la Biblia: «La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella» (Juan 1:5). Ese versículo me trajo consuelo y paz; también me dio esperanza con respecto a la oscuridad que abundaba en el mundo en que vivía.

Cuando recibí a Jesús en mi corazón, Su Espíritu habitó en mi interior, me concedió todos mis deseos y satisfizo mi sed. Jesús me dio mejores emociones y una paz más profunda que el éxtasis. El efecto de la droga a final se pasa, pero el efecto de Jesús nunca. ¡Llevo dos años en un viaje con Jesús y no se me pasan los efectos!

La Familia me ha ayudado a madurar espiritualmente. Siempre estaré agradecido a la Familia y a David Brandt Berg, que la fundó. Si no hubiera sido por ustedes, ahora podría estar muerto y tal vez nunca habría conocido a mi Salvador. La Familia me manifestó el amor de Jesús. Lo que me convenció de que Jesús podía transformarme fue la luz que brillaba en los hermanos.