Recuerdo mis días de infancia, cuando mi madre ponía mucho empeño en enseñarme los caminos de Dios y la obediencia a Su Palabra. También recuerdo que soñaba con ser ingeniero de programación. Cuando llegué a la adolescencia olvidé mis sueños y terminé abandonando mis estudios a los trece años. Pese a este percance, tuve la oportunidad de hacer varios cursillos de informática y adquirir conocimientos en este campo.
Durante mi años de adolescente bebía, fumaba y, al final, también consumía drogas. Comencé a escuchar temas de black metal. Pasaba días y días sin dormir en casa y solía estar bebido o bajo el efecto de la marihuana a cualquier hora del día. Me salían trabajos, pero siempre terminaba dejándolos antes de que acabase el primer mes de empleo. Solo pensaba en estar con mis amigos.
Mi familia sufrió mucho en esa época y, cuando por fin me di cuenta de que iba camino a la destrucción, parecía demasiado tarde para rectificar. Intenté cambiar muchas veces durante los siguientes seis años, sin resultados duraderos. Llegué al límite de la desesperación, caí en depresión y comencé a preguntarme cuál es el verdadero sentido de la vida y dónde se encuentra la verdad.
A esas alturas pedí ayuda a mis familiares, que tenían unos amigos misioneros de la Familia Internacional a los que hospedaban en casa cada vez que venían a nuestra ciudad. Me invitaron a visitarlos y eso fue mi salvación. Descubrí de nuevo todo lo que aprendí acerca de Dios en mi niñez y Dios me llamó a formar parte de Su obra.
Mi vida ha dado un giro completo y estoy contento de haber tomado la decisión de aceptar a Jesús en mi vida. Él me ha llenado de amor, bondad, amabilidad, honestidad y respeto. Ahora, y por la gracia de Dios, deseo hacer partícipes a otros jóvenes que andan por las calles, tal como yo hacía, de la necesidad del amor de Dios.
Edison es integrante de la Familia Internacional en Costa Rica.